15.6.09
11.6.09
Belén Mena
Hace casi siete años, durante una de mis visitas al arquitecto restaurador Diego Santander, quien ahora preside la Fundación Iglesia de la Compañía de Jesús, tuve la oportunidad de conocer a un Padre Jesuita que dedica su vida a recolectar mariposas. La experiencia fue tan potente que puedo revivirla en la memoria: del otro lado de la puerta de uno de los dormitorios del Monasterio estaba sentado este hombre inolvidable, rodeado de frascos de vidrio y alfileres, cómodamente enfrascado en la atmósfera de formol, cuya naturaleza inasible contrastaba con la precisión de sus pinchazos (metódicamente crucificaba delicadas mariposas). Penetrar la sala era como ingresar en un cementerio diminuto: cajas de madera, como nichos, se apilaban a ambos lados de los corredores que conformaban esta necrópolis en miniatura. Los restos: una miríada de mariposas meticulosamente clasificadas. El nombre del género y la especie podía leerse sobre los rótulos que acompañaban cada caja. Cientos de ellas, algunas anónimas, contenedoras de las especies por nombrar que este Padre español bautiza con paciencia inagotable. Recuerdo sus explicaciones sobre los sistemas de camuflaje de las mariposas diurnas, de aquéllas nocturnas; sobre los millares de escamas que componen sus alas y les dan color (no es pigmento sino luz reflejada); sobre sus diversas longevidades... "Deberíamos hacer diseños multicolores basados en la descripción metódica de estas maravillosas mariposas", le dije. Algunos años después me encontré con el libro Pachanga de Belén Mena, sus páginas cargadas de patrones extraídos de mariposas y polillas ecuatorianas... Fantásticos. Ahora los re-interpreta en fuentes, mesas y rodapies. "Muy literal", comentaría acaso uno que otro arquitecto, entrenado en las artes de la traducción visual y la abstracción. "Están muy bien así", pienso yo. Alas de mariposa que puedan hacernos soñar. Las comparto.
8.6.09
Schneider Colao Studio Gallery
Jesús Colao-Martínez y Ursula Schneider han logrado transformar lo que fue una quasi bodega de Madrid en una elegante oficina de diseño gráfico con US$ 16.000,00. La clave ante la crisis que enfrenta España: aprovechar al máximo los recursos. La tonalidad fuxia del pavimento estaba en descuento porque nadie la quería. Los tubos que forman las líneas de luz en el tumbado son los baratísimos slimline importados desde Corea. La madera se recorta a las dimensiones mínimas necesarias para cumplir su función (fíjense, por ejemplo, como las piezas que sirven de soporte al escritorio-counter, retroceden). Con poco se puede hacer, en efecto, mucho.
http://www.schneidercolao.com/
Husos: Urbanismo Mágico
Me he detenido a mirar el trabajo que está llevando a cabo Husos. Vale la pena parar y bajarse en varias de sus estaciones. Primero, en el nombre que escogieron los colombianos Diego Barajas y Camilo García para denominar y caracterizar su práctica. Un huso es un instrumento para hilar, o aquella "parte de la superficie de una esfera comprendida entre dos planos que se cortan en el diámetro de aquella" o "cada una de las partes en que queda dividida la superficie terrestre por 24 meridianos igualmente espaciados y en que suele regir convencionalmente un mismo horario" (Diccionario de la Lengua Española). Tecnología, geometría, geografía: el trípode de su trabajo si tomamos en cuenta que geografía contiene a etnografía, antropología, cultura, sociedad; y tecnología incluye a todas las formas urbanas que adquieren los sistemas infraestructurales de la telecomunicación.
No sorprende que su weblog se abre con una coreografía de las manecillas de dos relojes. En el trabajo de husos conviven varios espacios y tiempos, las heterotopias de las migraciones, lo que ellos denominan "nuevas formas de ciudad globalmente dispersa" -algo muy distinto del Collage City de Collin Rowe: un sistema de grutas construidas por la nostalgia o la necesidad de habitar simultanea y emocionalmente más de un mundo. Estos colombianos trasladaron las prácticas de documentación etnográfica típicas de la investigación de lo informal en América Latina a Holanda. En sus derivés descubrieron la mutación que habían sufrido las cabinas de teléfono bajo las necesidades culturales de los migrantes caboverdianos en Rotterdam: a las voces familiares y lejanas se sumaron las especias, las ilustraciones de paisajes cercanos, las mercancías de mercado barrial... y Husos (Diego Barajas) nos presenta estas narrativas de urbanismo mágico, de quasi-urbanismo, en "Dispersion, a Study of Global Mobility and the Dynamics of a Fictional Urbanism." Ficticio, acaso, porque la serie de intervenciones caboverdianas asemeja a un sistema de sets de película infiltrado para dar la sensación momentánea de traslado físico, de catarsis espacial.
Esta lógica de lo que podría llamarse urbanisme trouvé se invierte en el proyecto Edificio Jardín Hospedero y Nectarífero para Cali, Colombia. En él, Husos promueve la dinámica contraria de detonar una ecología urbana dispersa a través de la proyección de una vivienda-taller donde se diseñan estampados para telas. Lo que puede dispersarse es la idea, ilustrada en el proyecto, de proveer un soporte arquitectónico para la ecología de las mariposas de Cali. Un sistema de macetones burbuja coloniza los muros y se convierte en una micro-geología que aloja la vegetación. Esta, a su vez, provee sustento a las mariposas. Arquitectura-pájaro, dispersadora de semillas gracias a los paquetes de telas, los sobres con boletines promocionales y los mailings que recorren el espacio multiplicando, se espera, lo que Husos denominaría un "ecosistema cotidiano". El mercado, las telecomunicaciones, lo doméstico, lo animal, lo vegetal y lo laboral conviven en una intricada red de sistemas sinérgicos que subvierten toda lógica segregacionista de lo natural y lo artificial, lo social y lo biológico, pues coexisten hasta en los detalles más insospechados de los sistemas vitales. Me pregunto, para terminar, si valdría la pena hacer de la propuesta un fenómeno reproducible, multiplicable, instalable... o si está perfecta así, como una base que se pulveriza en el traslado de un ecosistema. Al fin y al cabo la unidad de la economía y la ecología -el núcleo doméstico- tiene embutida en su centro nervioso la capacidad de reproducción individualizada. Y si regresamos al proyecto de Rotterdam luego de habernos transportado a Cali, encontramos el ejemplo perfecto para demostrar que la dispersión ocurre sola, y va adquiriendo las formas que le da cada individuo, cada cultura. Quizá las manifestaciones globales de un fenómeno caleño se conviertan en una nueva forma de urbanismo ecológico ficticio, de burbujas tropicales en medio del frío, que alivien la nostalgia de sol, humedad y mariposas de los colombianos radicados en diversos puntos del planeta.
No sorprende que su weblog se abre con una coreografía de las manecillas de dos relojes. En el trabajo de husos conviven varios espacios y tiempos, las heterotopias de las migraciones, lo que ellos denominan "nuevas formas de ciudad globalmente dispersa" -algo muy distinto del Collage City de Collin Rowe: un sistema de grutas construidas por la nostalgia o la necesidad de habitar simultanea y emocionalmente más de un mundo. Estos colombianos trasladaron las prácticas de documentación etnográfica típicas de la investigación de lo informal en América Latina a Holanda. En sus derivés descubrieron la mutación que habían sufrido las cabinas de teléfono bajo las necesidades culturales de los migrantes caboverdianos en Rotterdam: a las voces familiares y lejanas se sumaron las especias, las ilustraciones de paisajes cercanos, las mercancías de mercado barrial... y Husos (Diego Barajas) nos presenta estas narrativas de urbanismo mágico, de quasi-urbanismo, en "Dispersion, a Study of Global Mobility and the Dynamics of a Fictional Urbanism." Ficticio, acaso, porque la serie de intervenciones caboverdianas asemeja a un sistema de sets de película infiltrado para dar la sensación momentánea de traslado físico, de catarsis espacial.
Esta lógica de lo que podría llamarse urbanisme trouvé se invierte en el proyecto Edificio Jardín Hospedero y Nectarífero para Cali, Colombia. En él, Husos promueve la dinámica contraria de detonar una ecología urbana dispersa a través de la proyección de una vivienda-taller donde se diseñan estampados para telas. Lo que puede dispersarse es la idea, ilustrada en el proyecto, de proveer un soporte arquitectónico para la ecología de las mariposas de Cali. Un sistema de macetones burbuja coloniza los muros y se convierte en una micro-geología que aloja la vegetación. Esta, a su vez, provee sustento a las mariposas. Arquitectura-pájaro, dispersadora de semillas gracias a los paquetes de telas, los sobres con boletines promocionales y los mailings que recorren el espacio multiplicando, se espera, lo que Husos denominaría un "ecosistema cotidiano". El mercado, las telecomunicaciones, lo doméstico, lo animal, lo vegetal y lo laboral conviven en una intricada red de sistemas sinérgicos que subvierten toda lógica segregacionista de lo natural y lo artificial, lo social y lo biológico, pues coexisten hasta en los detalles más insospechados de los sistemas vitales. Me pregunto, para terminar, si valdría la pena hacer de la propuesta un fenómeno reproducible, multiplicable, instalable... o si está perfecta así, como una base que se pulveriza en el traslado de un ecosistema. Al fin y al cabo la unidad de la economía y la ecología -el núcleo doméstico- tiene embutida en su centro nervioso la capacidad de reproducción individualizada. Y si regresamos al proyecto de Rotterdam luego de habernos transportado a Cali, encontramos el ejemplo perfecto para demostrar que la dispersión ocurre sola, y va adquiriendo las formas que le da cada individuo, cada cultura. Quizá las manifestaciones globales de un fenómeno caleño se conviertan en una nueva forma de urbanismo ecológico ficticio, de burbujas tropicales en medio del frío, que alivien la nostalgia de sol, humedad y mariposas de los colombianos radicados en diversos puntos del planeta.
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